Siempre había oído que toda tu vida pasa ante a tus ojos el segundo
antes de morir. Para empezar, ese segundo no es un segundo en absoluto,
se hace algo inmenso, como un océano de tiempo. En mi caso aparecía yo
tumbado boca arriba en el campamento de los boy scouts mirando estrellas
fugaces y las hojas amarillas de los arces que franqueaban nuestra
calle; o las manos de mi abuela y su marchita piel, que parecía papel; y
la primera vez que contemple el nuevo Firebird de mi primo Tony; y
Jane. Y Jane... Y Carolyn. Supongo que podría estar bastante cabreado
por lo que me pasó, pero cuesta seguir enfadado cuando hay tanta belleza
en el mundo. A veces siento como si la contemplase toda a la vez, y me
abruma, mi corazón se hincha como un globo que esta a punto de estallar.
Pero recuerdo que debo relajarme, y no aferrarme demasiado a ella, y
entonces fluye a través de mi como la lluvia, y no siento otra cosa que
gratitud por cada instante de mi estúpida e insignificante vida. No
tienen ni idea de lo que les hablo, seguro, pero no se preocupen: algún
día la tendrán.
Creo que pasará mucho tiempo hasta que encuentre un final de película más perfecto que el de American Beauty. Es de ese tipo de finales que te hacen plantearte mil y una cosas de tu vida y gracias al cuál te das cuenta de la de tonterías por las que nos preocupamos, habiendo tantísimas cosas bonitas en el mundo. Supongo que también influye que la ví en un día que estaba de bajón y, claro, ves algo así de bonito y te vienes arriba. Desde entonces, cuando me siento un poco mal, me pongo el final y se me pasa. Soy de volver a ver muchas veces una película si me ha encantado, pero de American Beauty tengo tan buen recuerdo que me da miedo volver a verla y cargármelo. También supongo que me influyó tanto el final porque en ese momento estaba en un proceso personal de giro positivo, pero eso es algo que, ya si eso, os cuento otro día... (la cita de abajo también es de la película, pero en otro momento).
Grupo del día: Beck
Es el día en que descubrí que existe vida bajo las cosas y una fuerza
increíblemente benévola que me hacía comprender que no hay razón para
tener miedo jamás. El vídeo es una triste excusa, lo sé, pero me ayuda a recordarlo; necesito recordarlo.
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