Este podría ser el típico balance del año, empezar por enero
y terminar por diciembre. Pero es que este año, no me apetece, ¡qué le voy a
hacer!
Yo hacía balance el año pasado y decía que no había sido un
año especialmente bueno, aunque como siempre, me quedaba con lo bueno, que no
había sido poco. Este año si digo algo malo, por favor, pegadme. Porque,
¿sabéis qué? este año, queridos amigos, a mí me ha tocado el gordo. Y no hablo
de dinero, porque me parece ahora mismo algo tan insignificante que ni siquiera
es digno de mención.
Me ha tocado la lotería en todos los sentidos en los que le
pueden tocar a una persona. Porque no puedo siquiera mencionar una cosa que no
me haya aportado algo bueno, incluso las malas. Me he superado a mí misma en
las insignificantes (en número) situaciones adversas a las que me he tenido que
enfrentar y no puedo estar más orgullosa de mí misma. Porque el año empezó bien,
se torció un poco y volvió a remontar, y
desde entonces no ha hecho más que mejorar día a día.
No hay una sola cosa que haya hecho en este 2012 que no me haya aportado felicidad: tuve una entrada del año muy divertida, atragantándome con las uvas en casa de uno de mis mejores amigos; me tocaron los mejores reyes de mi vida; me he vuelto una FANS de FANSES; he ido al musical de los 40 (¡por fin!) con el mejor compañero de piso que he tenido en los 4 años que he vivido en Sevilla; he hecho el que, hasta ahora, ha sido el viaje de mi vida, porque ha sido con parte de las personas más importantes para mí, y por el significado de ese viaje; he ido a CONCIERTAZOS del coponcio, a cuál mejor: Bruce Springsteen, Jero Romero, Manolo García y Keane, he disfrutado como una enana y gritado a más no poder en cada uno de ellos; me he graduado (aunque sea de mentirijillas) y la graduación fue preciosa; he disfrutado de mi último año en Sevilla con la mejor compañía posible, con mil cosas que hacer, pero siempre con tiempo para aprovechar cada momento que he vivido allí; he pasado un verano increíble (no podía haber sido más inocente creyendo que iba a ser una mierda), uno de los mejores que recuerdo y en los que más cosas he hecho; he tenido, como siempre, mi dosis de Chipiona y, además, este año, unos días perfectos en Jerez…y en septiembre me convertí en estudiante erasmus y aterricé en Irlanda del Norte, una isla que me ha atrapado y me ha enamorado como pocos sitios lo habían hecho. Quizás haya sido la gente, quizás que he ido con la mejor predisposición posible, el caso es que no puedo negar que, desde que estoy allí, me siento la persona más afortunada del mundo. Muchos pueden pensar que no es nada del otro mundo y que muchísima gente vive esta experiencia, y probablemente tengan razón, pero para mí es una de las mejores cosas que me han podido pasar, incluso aunque no todo allí sea de color de rosa, aunque eche de menos muchas cosas y a mucha gente, aunque también haya vivido momentos que no me han gustado, esta experiencia también me ha servido para aprender a valorar lo que tengo y a cuidarlo como si fuera un tesoro. No puedo estar más orgullosa de la familia que tengo, de mis amigos, los de un sitio y los de otro, del lugar de donde vengo y, por qué no decirlo, de mí misma.
De este año me quedo con todo lo bueno, que es mucho, y
también con lo malo, porque de todo se aprende, me quedo con mis amigos, los
que siempre han estado conmigo y los que he conocido este año, de España y del
resto del mundo, y al nuevo año le pido que sea al menos como este que ha
pasado y seguir siendo tan feliz como lo soy ahora.
Para vosotros, queridos lectores anónimos y no tan anónimos,
os deseo lo mejor, que lo miréis todo en positivo, todo se supera y el sol
siempre sale, por muy intensa y larga que sea la noche, y que consigáis todo lo
que os propongáis…y no olvideis una cosa: ¡sonreíd!
¡Feliz año a todos! :)
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