Somos esa especie que corre en otra dirección cuando encuentra a alguien realmente interesante.
Ese tipo de seres que al acostarse en su cama no hacen más que pensar en su "alguien" especial.
Que sueñan. Fantasean.
Y huímos de todo eso, por miedo al dolor.
Una vez que admites que el dolor es algo inevitable, que va a pasar
quieras o no. Una vez que descubres que el amor va ligado al
sufrimiento. Que la extrañeza es pasión. Que la pasión es locura.
Cuando sueñas despierto y no logras dormir por las noches.
Entonces, todo lo que has corrido en esa otra dirección, no sirve de nada.
Tus piernas se olvidan de hacia dónde iban. Se paralizan y no te dejan moverte.
Y ahí es cuando escuchas a tu corazón. Latir.
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