Debe ser que de tanto repetirlo, al final, se ha hecho realidad. Toda mi vida siendo una pesimista de libro y, de repente, algo cambia. Y a pesar de los palos, de las decepciones y de todos los problemas, me encuentro mirando el lado bueno de las cosas, las que merecen la pena, las que me sacan una sonrisa siempre que lo necesito. Quizás haya sido la compañía o las circunstancias que me han llevado hasta aquí, pero me encuentro al final de una etapa que ha sido bastante importante para mí y solo pienso en todo lo bueno que está por venir. Por que sé que será bueno. Y sé que merecerá la pena pase lo que pase. Ahora no puedo dejar de pensar en todas esas veces que me vine abajo, que no pensé en positivo, que no levanté la cabeza y miré adelante, que quise darme por vencida. En todo el tiempo que he perdido. Pero también es verdad que sin todos esos momentos negativos, no habría sido capaz de apreciar lo que de verdad merece la pena, y de valorar los buenos cuando llegan. No cometáis el mismo error que yo. Sed felices, disfrutad el camino. Y como decian los Monty Python:
Inmune a las miradas que me quieren rozar. La cosa más común,
la única cuestión que importa.
Algunas sensaciones
no se pueden contar, están tan adentro...lo siento.
Por eso, algunas veces, no me duermo cuando debo y me hace mal y acabo rezagado del horario de la gente que es normal.
La simple brevedad, la corta duración de un beso.
El dulce despertar
de todos los sentidos muertos.
Esto lo escribí hace, exactamente, 3 años, 1 mes y 5 días.
Todo pasa y todo queda...o eso dicen, ¿no?
Ella sabía que podía volar, solo era
cuestión de tiempo. Ya había escuchado que esa sensación existía y en
sueños había experimentado algo parecido a eso. Callejones sin salida,
una puerta, un pasillo, otra puerta...no era difícil adivinar qué era
eso que estaba latiendo en el ambiente. Después de tanto intentar
abrirlas, de salir y poder volar, cuando parecía que todo estaba
preparado y predispuesto para ello, llegó y le pisó las alas. O mejor
dicho, se las
cortó de raiz. Era el miedo. El miedo a volar alto, tan alto que el
resto del mundo no pudiera ni siquiera verla era demasiado grande. Volar
alto, muy alto y un día, como Ícaro quemarse las alas y caer, pero no
caer y volver al mismo lugar...caer hasta lo más profundo, caer y estar
muy por abajo de los demás, y no volver nunca más a la superficie. Eso
no era posible, no, no iba a permitírselo. Iba a ser su Dédalo
particular, pero sin construir alas rompibles, alas de cera que pudieran
fundirse
y terminaran para siempre con el sueño de volar.
Solo quería conservarla en la isla, su isla particular, donde nada
cambiaría, donde todo se quedaría exactamente igual, eterno, para ellos.
Pero ella no quería, se resistía a pensar en que algo tan bonito no
pudiera ser real. ¿Dónde estaba el sueño de escapar, de salir de aquella
isla y de poder volar, y convertirse en pájaros para siempre? ¿No había
otra solución? ¿Por qué las alas tenían que ser de cera?
- Hay...hay más materiales, no tienen por qué ser de cera, quiero decir...podemos hacerlas irrompibles.
- No.
- No quiero quedarme en esta isla para siempre.
- Yo sí, aquí todo es perfecto.
- Pero puede ser mejor...¿puedo, al menos, intentar construirlas?
- Puedes construirlas, pero yo no voy a volar con ellas.
- ¿Por qué?
- ...
- Por el miedo, es eso, ¿no?
- No...esas alas nunca van a volar.
- Déjame intentarlo. Podemos volar si queremos. Depende de nosotros.
- Saldrá mal.
- ¿Cómo puedes saberlo si ni siquiera lo intentas?
Y todo siguió tal y como era. Con miedo a salir de esa isla, con miedo a
tener algo peor, con miedo a arriesgar esa seguridad de la isla
perdida...solo por el miedo.Pero también, con miedo a algo mejor. Y ella
siguió soñando con volar, con hacer unas alas fuertes e irrompibles,
con alcanzar el cielo azul...azul marea.
Lanzas palabras veloces,
empavesadas de risas,
invitándome
a ir adonde ellas me lleven.
No te atiendo, no las sigo:
estoy mirando
los labios donde nacieron.
Miras de pronto a los lejos.
Clavas la mirada allí,
no sé en qué, y se te dispara
a buscarlo ya tu alma
afilada, de saeta.
Yo no miro adonde miras:
yo te estoy viendo mirar.
Y cuando deseas algo
no pienso en lo que tú quieres,
ni lo envidio: es lo de menos.
Lo quieres hoy, lo deseas;
mañana lo olvidarás
por una querencia nueva. No. Te espero más allá
de los fines y los términos.
En lo que no ha de pasar
me quedo, en el puro acto
de tu deseo, queriéndote.
Y no quiero ya otra cosa
más que verte a ti querer.
Este podría ser el típico balance del año, empezar por enero
y terminar por diciembre. Pero es que este año, no me apetece, ¡qué le voy a
hacer!
Yo hacía balance el año pasado y decía que no había sido un
año especialmente bueno, aunque como siempre, me quedaba con lo bueno, que no
había sido poco. Este año si digo algo malo, por favor, pegadme. Porque,
¿sabéis qué? este año, queridos amigos, a mí me ha tocado el gordo. Y no hablo
de dinero, porque me parece ahora mismo algo tan insignificante que ni siquiera
es digno de mención.
Me ha tocado la lotería en todos los sentidos en los que le
pueden tocar a una persona. Porque no puedo siquiera mencionar una cosa que no
me haya aportado algo bueno, incluso las malas. Me he superado a mí misma en
las insignificantes (en número) situaciones adversas a las que me he tenido que
enfrentar y no puedo estar más orgullosa de mí misma. Porque el año empezó bien,
se torcióun poco y volvió a remontar, y
desde entonces no ha hecho más que mejorar día a día.
No hay una sola cosa que haya hecho en este 2012 que no me
haya aportado felicidad: tuve una entrada del año muy divertida, atragantándome
con las uvas en casa de uno de mis mejores amigos; me tocaron los mejores reyes
de mi vida; me he vuelto una FANS de FANSES; he ido al musical de los 40 (¡por
fin!) con el mejor compañero de piso que he tenido en los 4 años que he vivido
en Sevilla; he hecho el que, hasta ahora, ha sido el viaje de mi vida, porque
ha sido con parte de las personas más importantes para mí,y por el significado de ese viaje; he ido a
CONCIERTAZOS del coponcio, a cuál mejor: Bruce Springsteen, Jero Romero, Manolo
García y Keane, he disfrutado como una enana y gritado a más no poder en cada
uno de ellos; me he graduado (aunque sea de mentirijillas) y la graduación fue preciosa;
he disfrutado de mi último año en Sevilla con la mejor compañía posible, con
mil cosas que hacer, pero siempre con tiempo para aprovechar cada momento que
he vivido allí; he pasado un verano increíble (no podía haber sido más inocente
creyendo que iba a ser una mierda), uno de los mejores que recuerdo y en los
que más cosas he hecho; he tenido, como siempre, mi dosis de Chipiona y,
además, este año, unos días perfectos en Jerez…y en septiembre me convertí en
estudiante erasmus y aterricé en Irlanda del Norte, una isla que me ha atrapado
y me ha enamorado como pocos sitios lo habían hecho. Quizás haya sido la gente,
quizás que he ido con la mejor predisposición posible, el caso es que no puedo
negar que, desde que estoy allí, me siento la persona más afortunada del mundo.
Muchos pueden pensar que no es nada del otro mundo y que muchísima gente vive
esta experiencia, y probablemente tengan razón, pero para mí es una de las
mejores cosas que me han podido pasar, incluso aunque no todo allí sea de color
de rosa, aunque eche de menos muchas cosas y a mucha gente, aunque también haya vivido momentos que no me han gustado, esta experiencia
también me ha servido para aprender a valorar lo que tengo y a cuidarlo como si
fuera un tesoro. No puedo estar más orgullosa de la familia que tengo, de mis
amigos, los de un sitio y los de otro, del lugar de donde vengo y, por qué no
decirlo, de mí misma.
De este año me quedo con todo lo bueno, que es mucho, y
también con lo malo, porque de todo se aprende, me quedo con mis amigos, los
que siempre han estado conmigo y los que he conocido este año, de España y del
resto del mundo, y al nuevo año le pido que sea al menos como este que ha
pasado y seguir siendo tan feliz como lo soy ahora.
Para vosotros, queridos lectores anónimos y no tan anónimos,
os deseo lo mejor, que lo miréis todo en positivo, todo se supera y el sol
siempre sale, por muy intensa y larga que sea la noche, y que consigáis todo lo
que os propongáis…y no olvideis una cosa: ¡sonreíd!